Los bofes, asaduras, livianos y demás entrañas de los animales eran platos de influencia árabe muy apreciados y demandados por la sociedad española. Así lo podemos comprobar en todos los autores literarios de la época y en los libros de cocina:
Citamos por ser curiosa esta ordenanza para la venta de tales asaduras:
Otrosy que las asaduras no se puedan vender a ojo syno el sábado e todos los otros días se vendan a peso al precio de la carne e que el sábado valga un asadura de carnero e castrado con la cabeça medio real viejo e de oveja e cabra e cabrón cojudo otro medio real viejo e la asadura de puerco sola medio real viejo e la asadura de cabrito en todo tiempo que se pesare se pesen al precio //12v del cabrito y el menudo del cabrito se venda por tres maravedís y no más so pena que el que lo contrario fiziere yncurran en pena de cient marabedís por cada cosa que non guardare lo contenydo en esta dicha hordenança e los otros días. quando non se pesare se benda por seys marabedís e más.En el cabildo 21 de abril de 1536 años se suspendió esta hordenança y mandó que las asaduras se vendan a peso como los otros días. (Morales Padrón, F. Ordenazas del Concejo de Gran Canaria, 1531-1555, p. 85).
El rico anecdotario de Santa Cruz nos ofrece alusiones gastronómicas:
Un obispo de anillo tenía un criado vizcaíno, y mandóle que a un carnicero que se llamaba David, que le solía fiar carne, le pidiese una asadura fiada; y, cuando la hubiese traído, se fuese a palacio, para que se viniese con él. Predicando el obispo, traía autoridades de profetas en el sermón, de esta manera:En Guzmán de Alfarache encontramos un ejemplo de entrañas de mula guisadas:
—Dice Esaías tal profecía.... Dice Jeremías tal profecía...
Mirando a la puerta donde estaba su mozo, dijo descuidadamente, prosiguiendo su sermón:
—Pues, ¿qué dice David?
Respondió muy alto el vizcaíno:
—Que juras a Dios que no darás asadura ni bofes, si primero no pagas. (Santa Cruz de Dueñas, M. Floresta española. Maxime Chevalier, Ed. Elec.(S. L.), 1997; parraf.19)
Pues como a su tiempo la yegüezuela paciese un muleto, quisiera el mesonero aprovecharlo y que se criara. Detúvolo escondido algunos días con grande recato, mas como viese no ser posible dejarse de sentir, por no dar venganza de sí a sus enemigos, con temor del daño y codicia del provecho, acordó este viernes en la noche de matarlo. Hizo la carne postas, echólas en adobo, aderezó para este sábado el menudo, asadura, lengua y sesos. Nosotros —como dije— llegamos a buena hora, que el huésped con sol ha honor, halla qué cene y cama en que se eche. (Guzmán, Cátedra, 189)
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