La sopa de maní es una de las recetas más tradicionales de Bolivia y es ideal para el invierno, por el alto contenido calórico que posee. Cada cocinero tiene sus secretos. Acá te enseñamos a prepararla.
Ingredientes:
- 6 nudos de osobuco
- 6 papas
- 1/2 taza de arvejas
- 1 taza de maní pelado
- 3 litros de agua
- 1 cebolla
- 2 dientes de ajo
- 4 zanahorias
- ½ pimiento rojo
- ½ pimiento amarillo
- 1 cucharadita de aceite
- 1 cuchara de perejil
- 1 cubito de caldo de gallina o de res
- Comino, pimienta, pimentón, orégano, cúrcuma y sal a gusto.
Variaciones:
Preparación:- 6 hojas de repollo partidas en dos
- Dejar el maní pelado en remojo por 10 minutos y luego procesarlo junto a una taza de agua hasta que quede una mezcla cremosa sin grumos ni durezas.
- Pelar las papas y cortarlas en cuatro.
- Picar la cebolla, el ajo, las zanahorias, el pimiento rojo y el pimiento amarillo. Saltear en una sartén con una cucharada de aceite.
- En una olla, poner a hervir 3 litros de agua con el caldo. Justo antes del punto de ebullición, agregar la carne.
- Después del primer hervor, agregar las verduras con la sal, el comino, la pimienta y el pimentón. Luego, agregar el maní triturado.
- Dejar cocer hasta que la carne se ablande. Luego agregar las papas y las arvejas.
- Servir en un plato hondo, con un pedazo de carne, papas fritas por encima y perejil.
“Fue un acto de amor, el más relevante y humano en esa terrible tarde-noche, horas antes de que el sargento Mario Terán le disparara una ráfaga mortal por instrucciones del imperio”, relató el Embajador boliviano en México.
En un multitudinario acto por los 80 años del nacimiento de Guevara realizado en el Club de Periodistas de México, el también poeta hizo esa revelación con datos, dijo, tomados de un testimonio de Ninfa Arteaga, la hija del telegrafista de aquella población.
A tiempo de proponer a los habitantes de La Higuera y Vallegrande que se alleguen de ingresos económicos ofreciendo esa sopa -“la última comida del Che”-, a los miles de turistas y visitantes que reciben cada año, Mansilla leyó un texto conmovedor para certificar, según remarcó, la pertenencia boliviana de esa vianda de la culinaria criolla.
Testigo de la llegada del Che prisionero a La Higuera y al verlo encerrado en un aula de la escuela, la maestra Ninfa habría contado, años después, aquella historia.
Para el caso, el embajador puso estas palabras en boca de la hija del telegrafista:
“Siempre invitamos algo a los que llegan y yo quisiera llevarle esta comida, le dije al capitán, si me permite. Usted me espera aquí mientras consulto, me dijo, y se tardó bastante, después volvió y me ordenó que pase”.
“Yo me fui al aula con mi portaviandas y ahí estaba el señor con su silencio, bien agitado, asmático en reposo, según se supo luego en todo el mundo”.
“¿Quiere comer?, le dije, es una sopa de manicito, está caliente y rica. Él respondió que sí con la cabeza mirándome los ojos y las manos. Yo destapé la vianda con la crema blanca y un poco espesa, calientita, y le alcancé sentándome a su lado”
“Uno dos tres y cuatro cucharadas. Está rico, me habló con su voz ronca, ¿de qué me dijo que era esta sopa? Es de maní, señor, lo preparamos para las fiestas grandes: ceremonias de matrimonios, santos, cumpleaños, misas de nueve días, bienvenidas, las fiestas patronales y otras fechas”.
“Qué raro, de maní y qué sabroso, dijo el señor bastante despeinado, en el suelo sentado, sin zapatos, con su barba en desorden, qué apetito, cinco seis siete hasta diez cucharadas”.
“Perdón, me dijo luego, es que mi hambre hace juego con esto que está rico… Me pidió que le cuente el preparado. Yo respondí, según las ocasiones: almuerzo de maní o chupe o crema sobre un hervido en olla destapada, con carne de gallina o bien de vaca, a veces con zanahoria, con arvejas, con camarón o brócoli, le dije, y como bendición: perejilcito”.
“No podía creer, pero quería que le dé la otra vianda sin pedirme, yo se la di al tiro y cuenta y cuenta y cuenta de remojar maní, luego pelarlo, que aquí siempre se encuentra aunque está caro”.
“Y el señor que no cree, que es extraño, que del maní hiciésemos manjares, que en Cuba y Argentina no lo saben, que ojalá un día puedan cocinarlo todas las gentes a su libre albedrío porque el maní… y meta come y come, ¡Señor de Malta, cuánta hambre, Dios mío!”.
“Al poco rato a tiros lo mataron, clarito se escuchó para el recuerdo y supe que su nombre, Che Guevara, ya tenía sentencia desde cuándo”.
“¡Ya deje de llorar, gritó mi padre, sin dejar de teclear su maquinita: ta tatatá tatá al Alto Mando desde La Higuera, usted no llore, no vayan a apresarnos o matarnos por ese guerrillero muerto de hambre, tatatatá como una metralleta.”
“Llore en silencio y después por la radio propalaron su nombre, gran noticia, que no quiso rendirse, que ni modo… Lo estoy viendo comer y estoy llorando, sopita de maní, hambre de lobo”.
“Así que de maní muy bien cocido y en olla grande pero destapada, que lo sepan los pueblos, bendecido almuerzo de maní del Che Guevara”.
“Almuerzo de maní, mejor Maniche, por el maní y el Che palabras juntas. Sea el Maniche el plato de La Higuera, con un soneto escrito por la vida en la pared leyenda de la escuela con la firma del Che, ¡viva Bolivia!”.
Y el soneto atribuido al Che:
“Agradezco a la vida haberme dado
este sabor que hará parte del sueño
que ya viene, de nuevo soy mi dueño
después de un siglo sin probar bocado.
Ninfa me dijo el simple preparado
de este manjar cocido a lento leño,
el buen maní, maná de tanto empeño
en el menú del pueblo imaginado.
Almuerzo de maní sin protocolo
porque el hambre me trajo de esta suerte,
saciado estoy y no me siento solo.
A fuego lento se cuece la historia
a fuego vivo-vivo, patria o muerte,
será el sabor final de la victoria.
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