Miguel Georgalos fue un inmigrante oriundo de la isla griega Chios que estaba estudiando pastelería en Polonia, cuando un mes antes de que se produjera la ocupación alemana del territorio, decidió embarcarse hacia otro destino y terminó llegando al puerto de Buenos Aires en septiembre de 1939.
El origen del postre de maní fue un derivado del halvá, un producto similar de mucha fama en Medio Oriente, que se hacía a base de pasta de sésamo. Ante la imposibilidad de contar con la materia prima original se animó a probar con el maní, después de hacer un intento con la garrapiñada.
Luego de darle el visto bueno lo comenzó a vender desde su casa de Floresta, donde también hacían la producción. El nombre Mantecol surgió a partir de que una vecina le comentó que por la forma en la que se vendía el postre envuelto en papel aluminio se parecía mucho a los panes de manteca.
El Mantecol era un éxito y la familia Georgalos decidió ampliar el comercio, por lo que compraron la vieja cancha de All Boys, que se ubicaba justo enfrente a su casa, en la esquina de las calles Segurola y Elpidio González. Allí emplazaron la primera planta de la empresa que en un primer momento fue bautizada como La Greco Argentina hasta convertirse en Georgalos Hnos.
El negocio continuó creciendo y a fines de los años '50, la familia buscó un campo en Córdoba para autoabastecerse de maní. Así llegaron a la localidad de Río Segundo, que se convirtió en la sede de la empresa.
El postre se popularizó aún más a partir de la amistad de Miguel Georgalos con Manuel García Ferré, el creador de Anteojito, que durante años le cedió a la empresa la contratapa de la revista infantil. Ahí nació el jingle histórico de la marca que decía: “Por la vida contento voy, saboreando el rico Mantecol”.
Durante su apogeo, Georgalos expandió su negocio a los chocolates, los turrones con oblea y los caramelos. En los años 80 comenzó a exportar pasta de maní a los Estados Unidos e incluso a mediados de los noventa se hizo un gran relanzamiento de la marca.
El principal insumo de esta receta no se conseguía en estos pagos así que probaron con el maní. Bastó una paila de bronce para moler los frutos secos e incorporar el caramelo y la clara de huevo que aún hoy componen la fórmula del Mantecol.
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