Hidratar las legumbres durante al menos 12 horas. 1/2 cucharadita de bicarbonato para ayudar a reblandecer, limpiar y purificar las legumbres.
Escurrimos los garbanzos, desechamos el agua de remojo y los lavamos con agua nueva.
En una cacerola de tamaño adecuado vertemos 1 taza de aceite de oliva vírgen, 1/2 taza de vino blanco y 1/2 taza de vinagre (de vino blanco preferiblemente). Agregamos las hojas de laurel, los granos enteros de pimienta negra y 2 dientes de ajo también enteros y con su piel. Lo llevamos al fuego para que comience a calentarse a potencia baja.
Mientras se va calentando nuestra base de escabeche, vamos pelando y troceando la cebolla y la zanahoria para añadirlo también.
Lo dejamos todo junto durante unos 8 ó 10 minutos a fuego lento y finalmente echamos nuestros garbanzos bien limpios y escurridos.
Añadimos nuestro punto de sal, 1 taza de agua, las 2 cucharaditas de pimentón dulce y mezclamos bien.
Permitir que cueza lentamente a fuego medio-bajo durante al menos 2 horas, procurando conseguir que el garbanzo quede muy blandito y que el caldo haya reducido como mínimo a la mitad.
Una vez tengamos nuestros garbanzos bien cocinados, los escurrimos y reservamos el caldo del escabeche aparte.
Retiramos de los garbanzos las hojas de laurel y los ajos enteros, para quitarles su piel (si no sería muy desagradable encontrarnos con ella en el paté) y añadir el ajo sin piel y muy blandito a la mezcla. También ponemos aproximadamente 1/2 taza del caldo de escabeche que habíamos reservado.
Triturar hasta conseguir una crema lo más fina posible y al mismo tiempo espesa y muy consistente, por ello no debemos añadir más que 1/2 taza de caldo, puesto que no queremos un puré caldoso, si no un buen paté.
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